Sergio Ramos fue Schwarzenbeck y Gareth Bale volvió a justificar su multimillonario fichaje con un gol decisivo. El galés no sólo decidió un título, evitó una gran frustración. Acabó con la obsesión de la Décima, con una pesadilla que ha perseguido al Real Madrid (y a Florentino Pérez) desde hace muchos años. El Atlético de Madrid lo tuvo cerca, extremadamente cerca. Y de nuevo se le escapó la Copa de Europa en el último suspiro, como en 1974.
Porque el sueño inicial del Real Madrid se convirtió en ansiedad tras el gol de Godín en el primer tiempo. La defensa rojiblanca cerró su área a cal y canto y obligó a su rival a la épica. No fue hasta el 93 que los blancos lograron romper la barrera. En un saque de esquina, excepcional diana de Ramos. Coquetearon con el infierno hasta que el cabezazo del central les abrió las puertas de la gloria.
La prórroga fue un purgatorio para los pupilos del Cholo Simeone. Deshechos, destrozados físicamente, los colchoneros se limitaron a aguantar las embestidas del Madrid, más entero, más confiado. Llegar a los penaltis eran la ultima opción de un Atlético al que le fallaban piernas, pero no la fe y la cabeza.
Sin fuerzas para más, el Atlético cedió ante las cabalgadas de Di María, el mejor del partido, un portento capaz de lanzar una fulgurante carrera en el minuto 110, imparable para Juanfran, que jugó lesionado la prórroga, y Miranda. No acertó el argentino pero sí Bale. La final ya estaba rota y decantada a favor de los blancos, que acabaron destrozando a un Atlético que se desangraba. Marcelo y Cristiano Ronaldo, de penalti, cerraron un resultado que permitirá mentir a los libros de estadísticas, esos que reflejan sólo datos, no sensaciones.
Ese 4-1 doloroso para los rojiblancos, señal de grandeza para los blancos, no refleja en absoluto un partido competido, feo, trabado. El sudor superó al talento durante muchas fases del encuentro. Ancelotti apostó por la fuerza de Khedira para ocupar el puesto del sancionado Xabi Alonso y Simeone se la jugó con Diego Costa en punta. El brasileño no duró ni diez minutos en el campo.
Lo de Costa es una de esas cosas difíciles de analizar. Por un lado se puede considerar como ejemplar la actitud de un futbolista que arriesga su físico a tres semanas del Mundial. Y también parece egoísta querer estar sobre el césped sin estar en condiciones. Algo se debió oler Simeone, que tuvo a Adrián calentando al mismo ritmo que los titulares, aunque aparte, durante el calentamiento. El delantero de Lagarto aguantaba sobre el campo, pero no se le veía a gusto, no peleaba como en él es habitual. Lo mejor para él y para su equipo fue que entrara Adrián y permitiera que el partido lo jugarán once contra once.
El Atlético defendía con mucho orden. El Real Madrid únicamente se sentía cómodo al contragolpe, aprovechando los errores de su rival en el pase. El partido estaba cerrado. Era uno de esos días en que romper el cerrojo se dejaba para una acción a balón parado. Y en eso el Atlético es un especialista.
Hasta 28 goles (18 de saque de esquina) han logrado los rojiblancos de estrategia, la especialidad del Mono Burgos. En un córner selló Godín la Liga hace una semana en el Camp Nou y de la misma forma abrió el marcador el central uruguayo en la final de la Champions. Aprovechando, eso sí, un error garrafal de Casillas, que se quedó a media salida, dejó su portería desguarnecida y no llegó a despejar la pelota.
El Real Madrid, el equipo más goleador de esta edición de la Copa de Europa, estaba siendo asfixiado por la mejor defensa del torneo. Gabi era el líder rojiblanco y el equipo de Ancelotti creaba peligro en exclusiva con las galopadas de Di María y de Bale. El técnico italiano necesitaba cambiar el rumbo del partido y requirió los servicios de Isco y Marcelo, ofensivos y con mucho talento.
Ambos entraron con media hora por jugar y fueron decisivos. Ellos consiguieron que el partido se jugara por completo en campo del Atlético. Apretaban los blancos. Filipe Luis, con problemas físicos, dejó su puesto a Alderweireld. Y Sergio Ramos pasó a jugar como delantero centro, junto a Morata, Cristiano Ronaldo, Bale…
La Champions, el último título grande que le faltaba al central sevillano, empezó a decantarse con un cabezazo suyo, como en semifinales en el Allianz Arena. Quizás los cinco minutos de tiempo añadido que decretó el árbitro fueron excesivos. Aunque ni un pero puede ponerse a un remate excepcional, levantándose por encima de todo el mundo, y envió el esférico fuera del alcance de Courtois. De Schwarzenbeck a Sergio Ramos. Del gol del central alemán, que también lucía el dorsal número 4, en el tiempo añadido de la prórroga en 1974 -que obligó a jugar un partido de desempate que resolvió el Bayern Múnich con un claro 4-0- a la diana del defensa blanco. La Décima ya está aquí.