Un partido de final, que parece una perogrullada, pero no lo es.Encuentro típico de nervio y nervios, de intensidad desbordada y, por lo tanto de prisas, de errores, de imprecisión entrelazada con arranques artísticos de los violinistas de uno y otro equipo (Rakitic por el Sevilla y Gaitán por el Benfica). Partido turbio, emocionante, muy vivo, pero plagado de agujeros de unos y otros.
El Sevilla salió sin complejos que para eso es el Sevilla, un equipo atrevido, sin hacer caso del favoritismo del Benfica. Unai ocupó todo el terreno con el despliegue físico de Carriço y el enorme poderío de MBia, dejando suelto, a su libre albedrío, al artista del equipo, que es Rakitic. Con esos compases, el Sevilla controló más que dominó el partido porque lo cierto es que su mayor posesión del esférico se convirtió en un bocado al aire, poco que llevarse al hambriento estómago porque el Benfica es un equipo disciplinado, con mucho cuajo. [Así narramos el Sevilla-Benfica]
Un paso atrás
Los portugueses vieron el percal y decidieron dar un paso atrás para buscar el pase intermedio en la calidad de Gaitán y el remate final con la velocidad de Rodrigo.
En ese ir y venir, con el tirón continuo de los dos lados de la cuerda, todo se quedó en amagos, sin ocasiones. Para muestra, un botón: el primer tiro, flojo y centrado, fue de Alberto Moreno en el 36. El Sevilla creaba cosas y sacaba conejos de la chistera cuando Rakitic entraba en contacto con el balón, pero arriba Bacca no entraba en juego. Con la ayuda de Reyes y un buen Vitolo, el Sevilla se hizo amo del juego aunque cuando abrió la boca se vio que apenas tenía dientes. En el tramo final, el Benfica demostró que su dentadura era poderosa e inquietante. Cuando el medio campo español flojeó, Beto tuvo que salir a escena para adormirlar a la fiera portuguesa, que rugía, y lo hacía sin remilgos.
Las flaquezas sevillistas aparecieron en el comienzo de la segunda mitad. Más castigados MBia y Carriço, las coberturas de los laterales andaluces, demasiado arriba, se realizaron con dificultad. El Benfica lo vio y entró por las bandas. En el minuto 3 todo se pudo decidir en una pérdida de Moreno que acabó con Carriço sacando el balón en la misma raya de gol.
La esperanza sevillista seguía siendo Rakiticporque cada balón que tocaba lo convertía en oro. Un pase suyo lo envío fuera por un pelo Reyes y el encuentro se iba jugando en el filo de la cuchilla porque con el desgaste de los destructores los artistas empezaban a perfilar líneas más delimitadas.
Toma y daca
Al meridiano del segundo tiempo el partido estaba roto por completo. Cinco de cada equipo por arriba, otros cinco por abajo, un descontrol en lo que todo se jugaba a espadazo limpio. Las medulares empezaron a venirse abajo estrepitosamente mientras empezaron a llegar las ocasiones. Si Rakitic entraba en juego, el Sevilla amenazaba siempre. De esta forma, Reyes estuvo por dos veces a punto de romper el encuentro. Vitolo quebraba por todos lados, pero el Benfica seguía aguantando aunque el Sevilla, echando todos los naipes físicos sobre el tapete inclinaba un poco, cada vez más, la balanza hacia su lado.
En esa avanzadilla del equipo de Emery se jugó el gaznate porque cada balón que perdía en la medular era un peligro constante pues el Benfica se desdoblaba por los costados y sus centros cruzados eran infartos en los corazones españoles, que no acertaban a cortar las contras portuguesas.
Al mismo tiempo que se acababa el partido también se acaba el aire sevillista, que tenía a muchos jugadores tiesos como la mojama, sin poder dar un paso. Unai aguantaba sin apenas cambios presagiando una prórroga que llegó finalmente. Estaban todos rotos pero la tuvo el Sevilla en un pase magistral de Rakitic que Bacca envió fuera por un pelo.
Así se llegó a la lotería de los penaltis con la maldición de Guttmann sobre la cabeza del Benfica y dando la gloria al Sevilla.