El Atlético de Madrid se cita con la historia de la Copa de Europa cuarenta años y muchas frustraciones después. Estará el próximo 24 de mayo en Lisboa, donde le espera su némesis, el Real Madrid. No habrá revancha de aquella legendaria final de Heysel en la que los rojiblancos acariciaron la gloria gracias al gol de uno de sus símbolos, Luis Aragonés, porque el Bayern fue atropellado por los blancos. Una final madrileña en el horizonte, un campeón español en ciernes. El ejercicio en Londres no fue tan pulcro como el de su vecino en Múnich, sino un tránsito más fatigoso y táctico, aunque con mucho más ritmo que el exhibido en el Calderón hace una semana. El decorado (ese más que centenario Stamford Bridge) y su mística (los cánticos de la marea azul, la respuesta vehemente de la minimarea rojiblanca, duelo de himnos cantados a capela que pondrían los pelos de punta al más reacio) salpimentaron un partido jugado a todo trapo que se resolvió…
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Sorprendió Simeone con la inclusión de Adrián desde inicio, o quizás no tanto, recordando sus prestaciones frente al Barcelona en la eliminatoria previa. Entonces dijo que marcaría un gol; no fue así, pero cuajó un partido notable. El asturiano no deja de ser un misterio esta temporada, pero su jefe no ha perdido la confianza en él, y el delantero ha acabado dándole la razón. La verticalidad rojiblanca en el arranque propició una ocasión clara de Koke, cuyo centro chut acabó pegando en el larguero. Respondió David Luiz con una chilena que se marchó junto al poste derecho. Insistió el Atlético en sus arrancadas por la banda izquierda, con un Filipe muy activo, casi siempre secundado por Arda. En el bando azul, Fernando Torres, más acompañado hace una semana por el público en el Calderón que por sus propios compañeros, se vio esta vez más asistido.Y lo agradeció. Inició una jugada Willian por banda derecha, que dejó atrás a Godín; el balón llegó a Azpilicueta, que centró raso al corazón del área, donde el Niño remató. El balón tocó en Mario Suárez antes de alojarse en la red. Torres hizo un gesto de perdón con las manos (es el primer gol que marca al equipo de sus amores), pero el público rojiblanco no tardó ni un segundo en proferir gritos de ánimo a su equipo.
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Si el partido, atravesada ya la media hora, estaba donde queríaMourinho para guardarse las espaldas, el plan le duró apenas unos minutos. Tiago, imperial como últimamente acostumbra (lucía brazalete de capitán en ausencia de Gabi), centró al segundo palo, donde llegaba Juanfran como una exhalación; el centro del lateral llegó a Adrián, solo en el poste contrario, que remató de forma poco ortodoxa pero igual de efectiva para el empate del Atlético. Alguien en el banquillo sonrió al comprobar el rédito de su apuesta.
No hubo una réplica avasalladora del Chelsea tras el descanso; al contrario, fue el Atlético el que llevó el control del partido y se acercó a los dominios de Schwarzer, que sacó un remate peligroso de Arda. Sin embargo, la primera llegada de los ‘blues’ tras el descanso sirvió de carta de presentación de Courtois ante sus futuros hinchas, cuando realizó un paradón a remate de cabeza de Terry. Si los celos entran dentro del catálogo de emociones de un partido de fútbol, ese fue el momento de sacarlos a pasear por la grada azul. Más cuando la grada rojiblanca entonó los cánticos de alabanza a Fernando Torres al ser sustituido.
Salió Eto’o al campo por Cole, y antes siquiera de que tocara el balón protagonizó la jugada que iba a cambiar el curso del partido, al derribar a Costa en el área. El hispanobrasileño se tomó su tiempo para lanzar la pena máxima, molesto por lo irregular del piso en el punto de penalti. Fue Costa en estado puro: su protesta le valió la tarjeta amarilla, pero después anotó con potencia y por el centro de la portería. Tuvo el empate el Chelsea antes de la sentencia atlética, pero entre la madera y Courtois evitaron que el remate de David Luiz lograra su objetivo. Entonces, en una combinación parecida a la del primer tanto, llegó Juanfran por sorpresa para centrar, cabeceó Arda al larguero, el balón volvió al turco y ya no perdonó. Un gol para premiar el trabajo del barbado artista, probablemente el mejor de su equipo dentro de un trabajo coral.