Para saborear y disfrutar de una cerveza en toda su plenitud es muy importante saber servirla. Aunque más que de cómo servir una cerveza debemos hablar de cómo “tirar” una cerveza, todo un arte que es sinónimo de calidad profesional. La respuesta es muy simple: con uno o dos dedos de espuma. La espuma protege al líquido y evita que éste se oxide ayudando además a retener y resaltar los aromas y el gusto algo que antiguamente se conseguía utilizando unas tapas que tenían las jarras.
La espuma es una buena señal de que la cerveza está bien estabilizada y cuyo proceso de fermentación se ha completado correctamente. Una buena fermentación debe descomponer los azúcares y el almidón en alcohol y gas carbónico que al desprenderse debe formar la espuma. La espuma ideal debe ser brillante, debe permanecer en el tiempo antes de desvanecerse y debe dejar también su huella en forma de aros en las paredes del recipiente.
Por esa razón, la forma de tirar la cerveza y, por tanto, de formar espuma es muy importante.
Aunque las jarras de cerámica son piezas muy valoradas por los coleccionistas y son muchos los que beben la cerveza de estos recipientes, es aconsejable utilizar uno de vidrio, cuanto más fino mejor. El cristal nos permitirá apreciar mejor la transparencia de la cerveza, su color, su aroma e incluso su olor. De los envases de vidrio la copa es, sin duda, el mejor ya que se puede coger por el pie evitando así que se caliente la cerveza.
Una cerveza de fermentación baja bien “tirada”, como las rubias pilsen, las más populares en España, debe presentar una buena capa de espuma compacta, blanca, densa y cremosa. Debemos tener cuidado introduciendo el grifo o el cuello de la botella cerca de una de las paredes laterales de la copa que debemos inclinar ligeramente (unos 45º). De esta forma se consigue que la cerveza se bata suavemente en el fondo del recipiente. Cuando el líquido y la espuma alcanzan el borde de la copa es conveniente parar un momento para que la espuma descienda ligeramente y a continuación volver a verter la cerveza hasta que se llene el recipiente. Es importante también controlar que la copa no se desborde, evitar que la cerveza se derrame por fuera de la copa.
Para las pilsen, así como otras lager, las mejores copas son aquellas con bocas más cerradas. También se pueden disfrutar plenamente servidas en vasos pequeños adaptados para servir cañas como los que se ven en prácticamente todos los establecimientos de España.
Para las cervezas de fermentación alta y las lambic, en cambio, son más apropiadas las copas más grandes y con bocas más abiertas.
Los expertos recomiendan que el recipiente esté algo frío pero recelan de la costumbre en algunos establecimientos de servir durante los meses más calurosos la cerveza en copas o jarras heladas que dificultan la formación de espuma. La fina capa de hielo impide el batido correcto de la cerveza al impactar sobre el vidrio. Por tanto, más que la copa, lo que debe estar bien frío es la cerveza.
Las cervezas rubias más populares en nuestro país deben consumirse a una temperatura no inferior a los 4º C si bien es cierto que en otras zonas de Europa con clima más frío que el de España se acostumbra a beberla a temperaturas algo superiores.
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